miércoles, 4 de enero de 2012

Inequidades entre zonas urbanas y rurales, y por pertenencia étnica

Los niños y jóvenes que viven en zonas rurales deben
enfrentar más dificultades para acceder a los servicios
educativos. Además de verse afectados con mayor
frecuencia por la pobreza y otras privaciones —malnutrición,
dificultades de acceso a los servicios básicos y de salud—,
muchas veces no pueden incorporarse a los centros
educativos por la escasez de oferta o por las grandes
distancias que los separan de estos. En algunos casos y,
entre otras carencias, acceden en condiciones inadecuadas
por la falta de infraestructura, mantenimiento, materiales
didácticos y profesores.
Durante los años ochenta y noventa los Estados
latinoamericanos hicieron importantes esfuerzos por ampliar
la oferta educativa en las zonas rurales. En varios países
esta inversión —principalmente en infraestructura— se
hizo mediante los fondos de inversión social (CEPAL,
1997), y no siempre estuvo acompañada de la inversión
correspondiente en formación de profesores, mobiliario
y material docente. Hoy, a las dificultades de acceso que
enfrentan los sectores de bajos ingresos —predominantes
entre los habitantes de las zonas rurales—, se suma la
falta de oferta de educación secundaria, lo que obliga
a los jóvenes y sus familias a desarrollar estrategias
migratorias de “estudio fuera del hogar”, dirigidas hacia
pequeños centros urbanos o a las grandes ciudades, según
la disponibilidad de recursos para ello.
Por otra parte, en los países donde existen diversas etnias
originarias y poblaciones afrodescendientes, a los factores
de exclusión mencionados se agrega la discriminación
racial, que por medio de sus múltiples expresiones,
profundiza la marginación y agudiza la reproducción de
la pobreza entre estos grupos sociales. En el caso de los
pueblos indígenas, que en su mayoría habitan en zonas
rurales o en zonas selváticas de difícil comunicación,
suelen verse muy afectados por dificultades de acceso a la
educación y por la inadecuación de esta a sus características
socioculturales y necesidades específicas.
Las disparidades de acceso a la educación entre niños
y jóvenes de zonas urbanas y rurales, si bien no son altas
durante la educación primaria, se van incrementando de
manera ostensible en los ciclos superiores. Al iniciar el
período analizado, el acceso educativo de los niños de
zonas rurales en edad para cursar la primaria alcanzaba el
86%, aumentando casi 10 puntos porcentuales al llegar a
2005. Esta alza, en cambio, fue de poco menos de cuatro
puntos porcentuales en las zonas urbanas. Sin duda, el
avance más notable en las zonas rurales ha sido el mayor
porcentaje de retención de los jóvenes de 14 a 18 años,
pues el 63% continúa estudiando —independientemente
del nivel de retraso—, situación que favorecía solo a cerca
del 41% de los jóvenes en 1990.
Respecto de la conclusión de los estudios, no obstante,
se registran marcadas diferencias entre los jóvenes que
residen en zonas urbanas y rurales, las disparidades —salvo
en el término de la primaria— son relativamente menores
a las que se pueden observar por niveles de ingreso.
Además, los avances registrados en zonas rurales son
muy significativos: el nivel de conclusión de la primaria
se incrementó del 63% al 84%, la conclusión de la baja
secundaria pasó del 28% al 47% y de la secundaria
completa aumentó de un 9% a un 24%.
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 Estos avances
parecieran no expresarse en aumentos considerables en
la culminación de la educación terciaria (del 0,9% al
1,9%). La ausencia de oferta educativa para este nivel
en zonas rurales implica, entre los jóvenes que tienen
los suficientes recursos, el traslado y, comúnmente, la
residencia habitual en las principales áreas urbanas de
los países donde están localizadas las universidades y
otras instituciones de formación postsecundaria (véase
el cuadro III.5).
De acuerdo con la información disponible para siete
países de la región (Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala,
Nicaragua, Panamá y Paraguay), existen algunas
disparidades respecto de la educación dependiendo del
origen étnico. Al iniciar el proceso educativo, el 88% de
los niños indígenas y afrodescendientes que deberían estar
cursando la enseñanza primaria lo hacen, en comparación
al 93% entre el resto de los habitantes. En las zonas rurales,
entre los primeros el acceso llega al 85%.
Por otra parte, el 82% de los niños y jóvenes indígenas
en edad de cursar los primeros niveles de la enseñanza
secundaria (de 12 a 14 años) y el 66% de aquellos en
edad de cursar alta secundaria (de 14 a 17 años) acceden
a los sistemas educativos.
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 De este último grupo, solo el
34% está efectivamente en secundaria, en comparación
con un 48% entre los jóvenes no indígenas.

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